Nuestro amigo Mithrandir
ha decidido colaborar con este pobre blog permitiéndonos compartir la siguiente
traducción de un artículo del autor inglés y católico Joseph Pierce, que ahora reproducimos.
Esperemos sea de
utilidad para nuestros lectores.
Cómo redescubrimos la Realidad mediante
la Fantasía
Cualquier discusión
sobre “realidad” y “fantasía” debe enfrentar la suposición implícita, inherente
en la weltanschauung materialista moderna [NdT
Weltanschauung es un concepto alemán
que, básicamente, quiere decir “mentalidad, cosmovisión”] de que la ‘fantasía’
es irreal, y por tanto irrelevante e impertinente. Este malentendido fue
aclarado con erudita elocuencia por J.R.R.
Tolkien en su ensayo
definitivo ‘Sobre los Cuentos de Hadas’. Para Tolkien, la literatura fantástica
portaba una saludable trinidad de virtudes, llamadas Recovery, Escape, y Consolation
[NdT “Recuperación”, “Escape” y
“Consolación”; dejamos los nombres en el inglés original, porque su traducción
da lugar a equívocos].
‘Recovery (que incluye el retorno y la renovación de la
salud) es re-cobrar… una vista clara’, y era ‘ver las cosas como debemos (o
debíamos) verlas’. La literatura fantástica accede a la realidad más allá del
mundano cosmos de los hechos, permitiendo a lo cualitativo penetrar lo
meramente cuantitativo, y habilitando al significado a permear lo factual. Va
más allá de ver las cosas sólo como son, o como parecen ser; las ve como deben
ser. No acepta el status quo, meramente porque es ‘el mundo real’, sino que
explora las posibilidades de mundos diferentes y mejores. Trasciende las
estériles limitaciones de ‘cómo son las cosas’ para explorar las fecundas
posibilidades de ‘cómo las cosas deberían ser’. Este idealismo intrínseco claramente
tiene implicaciones en referencia a la forma en que la literatura fantástica se
relaciona con la realidad.
La digresión de
Tolkien sobre ‘Escape y Consolation, que están por naturaleza estrechamente
conectados’, se centra en una defensa del ‘escapismo’ contra ‘el tono de desprecio
y lástima con el cual “Escape” es ahora tan frecuentemente usado: un tono para
el cual los usos de la palabra fuera de la crítica literaria no dan ninguna
garantía’. Detectando el rencor ideológico detrás de la animosidad crítica al
‘escape’, Tolkien acusa a sus acusadores de intentar apresar la imaginación
entre las asfixiantes paredes de la presunción materialista.
‘¿Por qué debería un
hombre ser despreciado si, encontrándose en prisión, tratara de salir e ir a
casa? ¿O si, cuando no puede hacerlo, pensara y hablara sobre otros tópicos que
no sean los carceleros y las paredes de la prisión? El mundo exterior no se ha
hecho menos real porque el prisionero no pueda verlo.’ Tolkien entonces implica
que los críticos materialistas son ellos mismos los carceleros, que tratan ‘el
Escape del Prisionero’ como si fuera ‘la Huida del Desertor’: ‘Así como un
portavoz del Partido podría haber calificado la huida de la miseria del Führer
o de cualquier otro Reich, e incluso la crítica hacia ella, como una traición.’
La verdadera razón, sin embargo, detrás del prejuicio contra, y la hostilidad
hacia, la literatura fantástica de parte de tantos críticos literarios, es
puramente un prejuicio contra, y una hostilidad hacia, la metafísica en
general, y el cristianismo en particular.
Habiendo establecido
la relación real entre la fantasía y la realidad, una breve historia del género
de la literatura fantástica cristiana mostrará cómo las verdades que contiene
pueden verse como ‘aplicables’ a las cuestiones de la sociedad humana.
La historia de la
fantasía cristiana se remonta casi hasta los albores del cristianismo mismo.
De hecho, si tomamos
el Libro del Apocalipsis como una obra de fantasía, como una expresión y
exposición de lo fantásticamente Verdadero y Real, se remonta hasta el albor
mismo. En la tradición inglesa, Beowulf surgió con el amanecer del cristianismo
anglosajón y ha derramado su luz a través de los siglos, inspirando, con su
sutil mixtura de épica narrativa heroica y aplicable alegoría cristiana, a muchos
escritores posteriores de fantasía cristiana, no el menor de los cuales fue el
antes mencionado Tolkien, quien no sólo tradujo Beowulf al inglés moderno, sino
que también tomó abundantemente prestado de él en la composición de El Hobbit y
El Señor de los Anillos. Mientras maduraba la cultura anglosajona, también lo
hizo la fantasía cristiana que producía, floreciendo en multifacéticos matices
artúricos, tal vez más memorablemente en Sir Gawain and the Green Knight, una
obra de finales del siglo catorce que tejió sabiduría y magia en una historia
diseñada para dilucidar la relación entre caballería y virtud. La autoría de
Sir Gawain and the Green Knight sigue siendo un misterio, pero el autor fue un
contemporáneo del gran Geoffrey Chaucer, cuyos Canterbury Tales se han forjado
un lugar entre los "illustrissimi" de la literatura universal –esto a pesar del
hecho de que la obra quedó inconclusa a la muerte del poeta. Chaucer consigue
integrar el grotesco e incluso gargolesco realismo del motivo ‘el barco de los
tontos’ con el empleo alegórico de la fantasía y la fábula.
En la Nun’s Priest’s
Tale, por ejemplo, él usa la fábula de Chauntecleer y Pertelote para representar
la historia axial y axiomática de la Caída, destacando, por medio de la
alegoría, su relevancia perenne, no meramente teológica sino sociológica y
políticamente.
A pesar de que
Chaucer fue un maestro literario de primer orden, fue singularmente apropiado
que él pagara tributo de homenaje a ‘el gran poeta de Italia’, Dante Alighieri,
quien permanece insuperado en la esfera del logro literario. El incomparable
tour de force de Dante, la Divina Comedia, emplea la cuádruple exégesis
alegórica de su mentor, Santo Tomás de Aquino, para producir una fantasía de
potencia moral y política, cuya aplicabilidad al ‘mundo real’ no ha perdido
relevancia más allá de los siglos que han pasado desde su composición.
Enraizada en un orden
moral inmutable que sustenta todos los conceptos justos de la filosofía política,
la visión de Dante retiene una claridad y caridad que deberían estar en el
centro de todos los estudios de naturaleza sociopolítica. Siendo así, es de
lamentar que el análisis profundamente perceptivo de Dorothy L. Sayers, sobre
la relevancia política del Dante para las extremas necesidades del mundo
moderno, sea tristemente ignorado por los estudiantes de filosofía política. El
hecho de que el mundo, en su mundanidad, produce filósofos políticos más familiarizados
con los principios de El Príncipe de Maquiavelo que con aquellos de la Comedia de
Dante, dice más de la necedad del mundo que de la relevancia de dichas obras.
Volviendo a
Inglaterra, otro hito importante en la evolución de la fantasía cristiana fue
la Utopia de Santo Tomás Moro, publicada en 1516. El hecho de que ‘utopía’, en
el sentido que la emplea Moro, significa ‘ningún lugar’ o ‘ningún sitio’ (del
griego ou, que es negación, y topos, que significa lugar) como opuesto a ‘buen
lugar’ (del griego eu, que significa bueno, y topos) es una realidad demasiado
a menudo olvidada por los críticos modernos, que carecen de la sutileza para
ver el verdadero intento de sátira de Moro. Creyendo que Moro quiso decir
eutopia y no outopia, estos críticos han concluido muy erróneamente que Moro
era más humanista que cristiano o, más absurdamente, que fue un protocomunista
o protoecumenista. Para un hombre que voluntariamente entregó su vida por sus
amigos y su fe tales conclusiones carecen de credibilidad. Si bien Moro usó el
medio de la fantasía cristiana como un vehículo para clamar sus críticas de la
crueldad y la corrupción de los tiempos en que vivió, su propósito al escribir
la sátira fue más allá de lo temporal, hacia lo eterno. En el análisis final,
la outopia de Moro puede ser vista más como una dystopia que una eutopia,
describiendo un mundo de absurdeces autoevidentes basadas en concepciones
erradas de la realidad.
Al escribir Utopia,
Moro estableció todo un nuevo género de literatura fantástica, la fantasía utópica
o distópica, en la cual son creados mundos imaginarios como reflexión del mundo
real.
Desde el Gulliver’s
Travels de Swift, hasta el Nineteen Eighty-Four de Orwell, la originalidad de Moro ha inspirado a
generaciones de escritores a poner un espejo utópico ante el mundo en el que
vivieron.
El siglo veinte fue
particularmente rico en fantasía cristiana, mucha de la cual reflejó las ramificaciones
sociales y políticas de la vida en la autoproclamanda cultura ‘post-cristiana’.
G.K.Chesterton, en El Hombre que fue Jueves (1908) afirmó el optimismo del
cristiano fiel como antídoto contra el pesimismo del cínico incrédulo, y su
Napoleón de Notting Hill (1904) fue una parábola de los principios
subsidiaristas expuestos por el Papa León XIII en su impactante encíclica
social, Rerum Novarum (1891). Estos principios también son prevalentes en El
Señor de los Anillos de Tolkien, particularmente en su creación de la Comarca
que es, al mismo tiempo, una nostálgica idealización de la Inglaterra Sajona
(la subsidiaridad que fue) y una imaginativa descripción de una sociedad
idealizada que vive de acuerdo con la doctrina social católica (la subsidiaridad
que podría y debería ser).
Otras facetas de la doctrina social católica en El
Señor de los Anillos incluyen la fraternidad cristiana de la Comunidad del
Anillo y, en contraste con este virtuoso ejemplo de sociedad humana, el poder
abusivo de Isengard y Mordor, que pueden ser vistos a un nivel puramente
político como representaciones del nazismo y el comunismo soviético. [NdT: Tolkien aclaró muchas veces que él
no tuvo la intención de representar explícitamente ninguna corriente ideológica
de su tiempo o suceso, como las guerras. Todas estas cosas pueden verse desde
el punto de vista de la aplicabilidad, y no como si Tolkien hubiera escrito metáforas
o analogías expresas]
Otras grandes obras
de la fantasía cristiana fueron producidas en el siglo veinte, más notablemente
por el amigo y compañero de armas de Tolkien, C.S. Lewis, pero El Señor de los Anillos
permanece como el logro más alto de la literatura moderna, así como la Divina
Comedia es lo más alto de la literatura medieval. Significativamente, ambas
obras caen bajo la categoría de fantasía cristiana, un género que no sólo refleja
la verdad sobre la sociedad en que fue escrito sino que, en su máxima
expresión, alcanza los picos más altos de la belleza literaria.
¡Muchas gracias, Mithrandir!
Nota nostálgica:
Aquí pueden recurrir
al original en inglés:
https://www.faithandculture.com/home/2019/7/18-how-we-rediscover-reality-through-fantasy
https://www.faithandculture.com/home/2019/7/18-how-we-rediscover-reality-through-fantasy