martes, 3 de septiembre de 2019

Una colaboración de Joseph Pierce




Nuestro amigo Mithrandir ha decidido colaborar con este pobre blog permitiéndonos compartir la siguiente traducción de un artículo del autor inglés y católico Joseph Pierce, que ahora reproducimos.
Esperemos sea de utilidad para nuestros lectores.

Cómo redescubrimos la Realidad mediante la Fantasía



Cualquier discusión sobre “realidad” y “fantasía” debe enfrentar la suposición implícita, inherente en la weltanschauung materialista moderna [NdT Weltanschauung es un concepto alemán que, básicamente, quiere decir “mentalidad, cosmovisión”] de que la ‘fantasía’ es irreal, y por tanto irrelevante e impertinente. Este malentendido fue aclarado con erudita elocuencia por J.R.R.
Tolkien en su ensayo definitivo ‘Sobre los Cuentos de Hadas’. Para Tolkien, la literatura fantástica portaba una saludable trinidad de virtudes, llamadas Recovery, Escape, y Consolation [NdT “Recuperación”, “Escape” y “Consolación”; dejamos los nombres en el inglés original, porque su traducción da lugar a equívocos]. 

‘Recovery (que incluye el retorno y la renovación de la salud) es re-cobrar… una vista clara’, y era ‘ver las cosas como debemos (o debíamos) verlas’. La literatura fantástica accede a la realidad más allá del mundano cosmos de los hechos, permitiendo a lo cualitativo penetrar lo meramente cuantitativo, y habilitando al significado a permear lo factual. Va más allá de ver las cosas sólo como son, o como parecen ser; las ve como deben ser. No acepta el status quo, meramente porque es ‘el mundo real’, sino que explora las posibilidades de mundos diferentes y mejores. Trasciende las estériles limitaciones de ‘cómo son las cosas’ para explorar las fecundas posibilidades de ‘cómo las cosas deberían ser’. Este idealismo intrínseco claramente tiene implicaciones en referencia a la forma en que la literatura fantástica se relaciona con la realidad.

La digresión de Tolkien sobre ‘Escape y Consolation, que están por naturaleza estrechamente conectados’, se centra en una defensa del ‘escapismo’ contra ‘el tono de desprecio y lástima con el cual “Escape” es ahora tan frecuentemente usado: un tono para el cual los usos de la palabra fuera de la crítica literaria no dan ninguna garantía’. Detectando el rencor ideológico detrás de la animosidad crítica al ‘escape’, Tolkien acusa a sus acusadores de intentar apresar la imaginación entre las asfixiantes paredes de la presunción materialista.

‘¿Por qué debería un hombre ser despreciado si, encontrándose en prisión, tratara de salir e ir a casa? ¿O si, cuando no puede hacerlo, pensara y hablara sobre otros tópicos que no sean los carceleros y las paredes de la prisión? El mundo exterior no se ha hecho menos real porque el prisionero no pueda verlo.’ Tolkien entonces implica que los críticos materialistas son ellos mismos los carceleros, que tratan ‘el Escape del Prisionero’ como si fuera ‘la Huida del Desertor’: ‘Así como un portavoz del Partido podría haber calificado la huida de la miseria del Führer o de cualquier otro Reich, e incluso la crítica hacia ella, como una traición.’ La verdadera razón, sin embargo, detrás del prejuicio contra, y la hostilidad hacia, la literatura fantástica de parte de tantos críticos literarios, es puramente un prejuicio contra, y una hostilidad hacia, la metafísica en general, y el cristianismo en particular.

Habiendo establecido la relación real entre la fantasía y la realidad, una breve historia del género de la literatura fantástica cristiana mostrará cómo las verdades que contiene pueden verse como ‘aplicables’ a las cuestiones de la sociedad humana.


La historia de la fantasía cristiana se remonta casi hasta los albores del cristianismo mismo.

De hecho, si tomamos el Libro del Apocalipsis como una obra de fantasía, como una expresión y exposición de lo fantásticamente Verdadero y Real, se remonta hasta el albor mismo. En la tradición inglesa, Beowulf surgió con el amanecer del cristianismo anglosajón y ha derramado su luz a través de los siglos, inspirando, con su sutil mixtura de épica narrativa heroica y aplicable alegoría cristiana, a muchos escritores posteriores de fantasía cristiana, no el menor de los cuales fue el antes mencionado Tolkien, quien no sólo tradujo Beowulf al inglés moderno, sino que también tomó abundantemente prestado de él en la composición de El Hobbit y El Señor de los Anillos. Mientras maduraba la cultura anglosajona, también lo hizo la fantasía cristiana que producía, floreciendo en multifacéticos matices artúricos, tal vez más memorablemente en Sir Gawain and the Green Knight, una obra de finales del siglo catorce que tejió sabiduría y magia en una historia diseñada para dilucidar la relación entre caballería y virtud. La autoría de Sir Gawain and the Green Knight sigue siendo un misterio, pero el autor fue un contemporáneo del gran Geoffrey Chaucer, cuyos Canterbury Tales se han forjado un lugar entre los "illustrissimi" de la literatura universal –esto a pesar del hecho de que la obra quedó inconclusa a la muerte del poeta. Chaucer consigue integrar el grotesco e incluso gargolesco realismo del motivo ‘el barco de los tontos’ con el empleo alegórico de la fantasía y la fábula.

En la Nun’s Priest’s Tale, por ejemplo, él usa la fábula de Chauntecleer y Pertelote para representar la historia axial y axiomática de la Caída, destacando, por medio de la alegoría, su relevancia perenne, no meramente teológica sino sociológica y políticamente.

A pesar de que Chaucer fue un maestro literario de primer orden, fue singularmente apropiado que él pagara tributo de homenaje a ‘el gran poeta de Italia’, Dante Alighieri, quien permanece insuperado en la esfera del logro literario. El incomparable tour de force de Dante, la Divina Comedia, emplea la cuádruple exégesis alegórica de su mentor, Santo Tomás de Aquino, para producir una fantasía de potencia moral y política, cuya aplicabilidad al ‘mundo real’ no ha perdido relevancia más allá de los siglos que han pasado desde su composición.

Enraizada en un orden moral inmutable que sustenta todos los conceptos justos de la filosofía política, la visión de Dante retiene una claridad y caridad que deberían estar en el centro de todos los estudios de naturaleza sociopolítica. Siendo así, es de lamentar que el análisis profundamente perceptivo de Dorothy L. Sayers, sobre la relevancia política del Dante para las extremas necesidades del mundo moderno, sea tristemente ignorado por los estudiantes de filosofía política. El hecho de que el mundo, en su mundanidad, produce filósofos políticos más familiarizados con los principios de El Príncipe de Maquiavelo que con aquellos de la Comedia de Dante, dice más de la necedad del mundo que de la relevancia de dichas obras.


Volviendo a Inglaterra, otro hito importante en la evolución de la fantasía cristiana fue la Utopia de Santo Tomás Moro, publicada en 1516. El hecho de que ‘utopía’, en el sentido que la emplea Moro, significa ‘ningún lugar’ o ‘ningún sitio’ (del griego ou, que es negación, y topos, que significa lugar) como opuesto a ‘buen lugar’ (del griego eu, que significa bueno, y topos) es una realidad demasiado a menudo olvidada por los críticos modernos, que carecen de la sutileza para ver el verdadero intento de sátira de Moro. Creyendo que Moro quiso decir eutopia y no outopia, estos críticos han concluido muy erróneamente que Moro era más humanista que cristiano o, más absurdamente, que fue un protocomunista o protoecumenista. Para un hombre que voluntariamente entregó su vida por sus amigos y su fe tales conclusiones carecen de credibilidad. Si bien Moro usó el medio de la fantasía cristiana como un vehículo para clamar sus críticas de la crueldad y la corrupción de los tiempos en que vivió, su propósito al escribir la sátira fue más allá de lo temporal, hacia lo eterno. En el análisis final, la outopia de Moro puede ser vista más como una dystopia que una eutopia, describiendo un mundo de absurdeces autoevidentes basadas en concepciones erradas de la realidad.
Al escribir Utopia, Moro estableció todo un nuevo género de literatura fantástica, la fantasía utópica o distópica, en la cual son creados mundos imaginarios como reflexión del mundo real.
Desde el Gulliver’s Travels de Swift, hasta el Nineteen Eighty-Four de Orwell, la originalidad de Moro ha inspirado a generaciones de escritores a poner un espejo utópico ante el mundo en el que vivieron.

El siglo veinte fue particularmente rico en fantasía cristiana, mucha de la cual reflejó las ramificaciones sociales y políticas de la vida en la autoproclamanda cultura ‘post-cristiana’. G.K.Chesterton, en El Hombre que fue Jueves (1908) afirmó el optimismo del cristiano fiel como antídoto contra el pesimismo del cínico incrédulo, y su Napoleón de Notting Hill (1904) fue una parábola de los principios subsidiaristas expuestos por el Papa León XIII en su impactante encíclica social, Rerum Novarum (1891). Estos principios también son prevalentes en El Señor de los Anillos de Tolkien, particularmente en su creación de la Comarca que es, al mismo tiempo, una nostálgica idealización de la Inglaterra Sajona (la subsidiaridad que fue) y una imaginativa descripción de una sociedad idealizada que vive de acuerdo con la doctrina social católica (la subsidiaridad que podría y debería ser). 

Otras facetas de la doctrina social católica en El Señor de los Anillos incluyen la fraternidad cristiana de la Comunidad del Anillo y, en contraste con este virtuoso ejemplo de sociedad humana, el poder abusivo de Isengard y Mordor, que pueden ser vistos a un nivel puramente político como representaciones del nazismo y el comunismo soviético. [NdT: Tolkien aclaró muchas veces que él no tuvo la intención de representar explícitamente ninguna corriente ideológica de su tiempo o suceso, como las guerras. Todas estas cosas pueden verse desde el punto de vista de la aplicabilidad, y no como si Tolkien hubiera escrito metáforas o analogías expresas]

Otras grandes obras de la fantasía cristiana fueron producidas en el siglo veinte, más notablemente por el amigo y compañero de armas de Tolkien, C.S. Lewis, pero El Señor de los Anillos permanece como el logro más alto de la literatura moderna, así como la Divina Comedia es lo más alto de la literatura medieval. Significativamente, ambas obras caen bajo la categoría de fantasía cristiana, un género que no sólo refleja la verdad sobre la sociedad en que fue escrito sino que, en su máxima expresión, alcanza los picos más altos de la belleza literaria.

¡Muchas gracias, Mithrandir!

Nota nostálgica: