Los
males del mundo moderno (y de cualquier época) lo resume muy fácilmente el Papa
Pio XI (1857-1939) al inicio de su encíclica Quas primas:
“Este cúmulo de males había invadido la tierra,
porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley
santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación
del Estado, sino también que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz
verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y
rechazasen el imperio de nuestro Salvador.”
Hace
unos días asumió el gobierno de la República Argentina, el señor Alberto Ángel
Fernández, un tipo irrelevante cuya elección se debe a que detrás de él se
encontraba la señora Cristina Fernández de Kirchner; una mujer pérfida que
ejerció de presidenta de la Nación desde 10 de diciembre de 2007 hasta 9 de
diciembre de 2015.
El
señor Alberto suplanta así al seudo-liberal Mauricio Macri en la administración
nacional; Macri fue un gobierno que pudiendo hacer mucho bien, se dedicó a lo
poco y a lo estúpido. Dejando al partido Cambiemos
en el pasado, vuelve a gobernar el socialismo berreta del peronismo argentino;
Vuelve a gobernar un sistema hijo del comunismo que ha fracasado en nuestra nación
por la misma razón que fracasan todos los sistemas políticos implementados, aun
los nominalmente católicos, si los hay: Son demócratas e hijos de la democracia
y por tanto enemigos de Cristo Rey.
Como
cristianos repetimos con san Pablo que: Todos
han de someterse a las potestades superiores; porque no hay potestad que no
esté bajo Dios, y las que hay han sido ordenadas por Dios (Romanos XIII, 1
Straubinger). Pero sabemos bien que estas potestades a las que le debemos
obediencia no son ni un fin en si
mismas, ni son obedecibles en todo porque todos están bajo la potestad de las
leyes divina y natural, no podemos obedecer cuando se manda lo contrario a
estas Leyes.
“Rescatados habéis sido a gran costa, no
queráis haceros esclavos de los hombres” (I Corintios VII, 23 Torres Amat).
No somos ciudadanos de este mundo, al contrario, nuestra casa está en el cielo
con el glorioso Redentor, y no en este valle de lágrimas pero esa no es excusa
para no preocuparnos de las cosas del mundo. Al contrario, cuando la Iglesia se
vio libre de la persecución romana, comenzó a adentrarse en todos los ámbitos
de la vida pública del decadente Imperio romano y lo levanto de las cenizas; No
por una búsqueda egoísta del poder o la influencia sino por el hecho de que vivía
en el mundo y es necesario bautizarlo en todas sus realidades (siempre y cuando
sean bautizables).
Los
cristianos somos meros peregrinos en este desierto, nuestra Patria no es de
aquí, pero eso no quita la obligación que tenemos de tratar de que este pobre
suelo se parezca al cielo. Eso fue lo que hicieron los monjes y los cristianos
en ese muy poco estudiado periodo de la
historia del mundo llamado Edad Media, que más bien debería llamarse
simplemente Cristiandad: Esto lo resume muy bien el papa León XIII en
su encíclica Immortale Dei, sobre la constitución cristiana de
los estados, al decir:
Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio
gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría
cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las
instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y
relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada
firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes
gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los
magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y
amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo
bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos
beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos históricos que ninguna
corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer. (Immortale
Dei nº9).
Jean Francois Millet - El Ángelus, Orsay 1857-1859
Ahora
bien, ¿Qué pasa con la democracia? La democracia actual es un insulto a todo
esto, es una blasfemia contra Cristo Rey por ser dependiente de la falsa idea
de la verdad del número (tiranía en realidad),
el ius positivismo, etc. No entroniza a Dios en la sociedad y las leyes para
proteger a Dios entronizado en los hogares y personas, sino que lo destrona
para destronarlo del corazón de los hombres.
Basta ver en los países más adelantados en la mentira democrática, sean
gobernados por derechas o izquierdas, Dios no reina ni gobierna,
es una palabra vacía de significado. Si bien se permite la religión, que sea
profesada y que sea promovida (en algunos casos al estar tan unida a la tradición
nacional hay cierto respeto institucional) pero esto solo en respeto a los números
o a sus valores, pero siempre como adorno nunca como fin, que es Cristo
reinante. Todo sistema de gobierno, ya sea republicano o monárquico, si no
tiene a Cristo como centro de la sociedad está condenado al fracaso tarde o
temprano.
Hay
algunos tentados a pensar que la monarquía es el mejor sistema de gobierno per se, no es así; Basta ver el ejemplo
de las monarquías que abandonaron al Cristo como rey, la Inglaterra protestante y masona es el ejemplo por excelencia.
¿Y
en Argentina? Argentina desde hace décadas usa la careta liberal-democrática que
no es la suya, porque esta nación nació católica. Por tanto no encaja este
perverso sistema y menos aun cuando
tiene pésimos gobernantes como han sido básicamente todos los que ocuparon
puestos de poder.
La
democracia argentina es particularmente mala porque es hija de una derrota, la
de la Guerra de Malvinas. Y es particularmente diabólica porque se ha puesto
como el fin y centro de la convivencia social. Es la palabra sacrosanta, si no
es democrático es algo malo según dicen sus apóstoles.
El
Papa Pio XI vio todos estos males, y puso la medicina en el recuerdo de Cristo
como rey absoluto del universo el último domingo de Octubre (*) poco días antes
de la Conmemoración de Todos los Santos (1 de noviembre) como signo de a que
pueden aspirar los hombres que tengan a Cristo por rey.
¡Cuánto
bien le haría a la Conferencia Episcopal releer constantemente la encíclica
Quas Primas! Pero nuestros obispos parece ser que prefieren aparecer como apóstolesde la democracia, a del Rey Divino y para tranquilizar conciencias repiten sin
cesar la oración Jesucristo, Señor de la historia, a pesar de ser un texto espantoso por su mera filantropía y no
catolicidad de creyentes en el reinado social de Jesús.
Que lloren los demócratas y toda su legión.
Pero en nuestros hogares reina el Sagrado Corazón.
Que pongan sus votos y crean gobernar.
Yo elijo el cielo y ver a Dios reinar.
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*La
Fiesta de Cristo Rey, durante la reforma litúrgica de los años 60 fue enviada al
domingo anterior al Adviento tiempo litúrgico donde los textos son mayoritariamente
escatológicos, para vender la imagen de que Jesús reinara al fin de los tiempos
y no hay necesidad de que gobierne socialmente hoy.