jueves, 20 de mayo de 2021

La sal alemana

 


En el Sermón de la Montaña (San Mateo V, 1 - VII, 29), el Señor entrega al naciente número de discípulos los consejos para vivir según la voluntad divina. En aquel largo discurso iniciando con las Bienaventuranzas, se traza el camino del cristiano a la perfección del espíritu.

El Señor no dejo una doctrina o un conjunto de reglas sino las instrucciones de un camino donde el alma cristiana transita y cuya terminación no es más que encontrar al Señor mismo. No quiero decir que no es importante la teología, las discusiones y debates que a lo largo de la historia se suscitaron al interior de la Iglesia para precisar la naturaleza de la fe y sus contenidos; Al contrario, es justamente por transitar ese camino que surgieron estas cuestiones, al fin y al cabo, cuanto más se ama a una persona más quiere saber de la misma.

La Fe cristiana debe ser vivida y amada por todo aquel que se precie de católico, es lo coherente. Por dar un ejemplo burdo, que un liberal convencido en la verdad de liberalismo vote por comunistas no tendría sentido, de igual forma un católico con ideas contrarias a las verdades del Evangelio, tendría que dejarse de llamar católico o reconocerse como mal creyente. No es un escándalo encontrar entre simples feligreses quienes proponen o dicen ideas contrarias al catecismo porque o están confundidos en cuanto a que dice la Iglesia sobre tales cuestiones, o no tuvieron una educación religiosa buena. Sin embargo, en las últimas décadas se ha vuelto, no un escándalo, sino ya lo más normal, encontrar clérigos (de baja o alta jerarquía) decir y predicar ideas no solo diferentes sino antagónicas a la doctrina de la Iglesia que dicen representar.

Tal incongruencia tuvo estos días su culmen (hasta ahora) con una masiva “bendición” (que no boda) de parejas homosexuales en varias parroquias alemanas. La iniciativa surgió como respuesta al Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe publicado el 22 de febrero de 2021, con relación a bendecir a parejas homosexuales. Roma tuvo que recordar lo que para toda la tradición moral cristiana fue siempre obvio: el pecado no se puede bendecir.

Esto no inmuto a Deutsche Kirche, que en mayor o menor medida apoyo dichas profanaciones. Recordemos que las diócesis en Alemania se encuentran en un periodo sinodal, del cual se esperan grandes cambios en la organización burocrática y también ciertas relajaciones de carácter doctrinal que afectan sobre todo a la moral cristiana. Algunos episcopos germanos han insistido sobre todo en bendecir parejas homosexuales, otros han hablado de la necesidad de replantear la idea del sacerdocio femenino, etc.



La realidad es que no hay nada nuevo bajo el sol alemán, simplemente los obispos “católicos” llegan tarde a los síntomas terminales de la decadencia del cristianismo en el Rin. Los luteranos hace años han tomado esas proposiciones como doctrina oficial en sus comunidades; han “ordenado” transexuales al ministerio, han casado divorciados y sodomitas, y aún más perniciosamente, han enseñado que la Revelación divina, la Biblia y la Fe cristiana son simples cuentos de autoayuda. Nuestro Señor básicamente sería un simple predicador humanista, no el eterno Dios hecho hombre por la salvación del mundo; los milagros serían cuentos de hadas, y el verdadero mensaje del Evangelio no es otro que la igualdad, libertad y fraternidad de los liberales.

El resultado ha sido la indiferencia social: los fieles luteranos no van al servicio dominical, porque ya no les llama la atención. La religión, que se supone trata sobre cosas celestiales, se rebaja a meras opiniones como las del diario, y por tanto ya no es esencial para el día a día del alemán moderno. Ciertamente esta es la situación no solo de los luteranos sino del cristianismo en todo Occidente, con sus más o sus menos en las diferentes partes del mundo. El problema aquí no es que las ovejas abandonen el rebaño, al fin y al cabo el mismo Señor dice: tan cierto es que muchos son los llamados y pocos los escogidos (San Mateo XX, 14). El problema es que los pastores estén claudicando en su deber, única razón de su oficio, de velar por la Fe que dicen profesar. Y no solamente los germanos, que hace años tambaleaban entre un catolicismo “más luterano” y la apostasía, sino de Roma, la sede de San Pedro, de quien poco y nada a dicho en reacción a tales sacrilegios alemanes. Algunos dicen que es por las monedas que reciben de las ricas Conferencias episcopales del Rin, otros porque directamente ya no les importa sino un puesto en la burocracia eclesial, puesto que hay que sostener evitando polémicas con el mundo descristianizado de hoy.

¿Cuántos son los obispos que hablan abiertamente contra el pecado? Y no hablamos de pecados ecológicos que dañan al planeta, ni pecados económicos  que dañen a los pobres; Sino propiamente el pecado, que ofende a Dios y lleva el alma al infierno. ¿Dónde están aquellos pastores?

“Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor? Para nada sirve ya, sino para ser arrojada y pisada de las gentes”. (San Mateo V, 13)

A fines de abril, en la antigua iglesia de San Ruperto en Viena, los párrocos han colgado desde el campanario una bandera arcoíris (símbolo conocido de la ideología LGBT) en apoyo a los homosexuales y en provocación a la notificación romana. Sin embargo,  para sorpresa de varios, un grupo de jóvenes fue en la noche para colgar un cartel en la misma torre con la leyenda Dios no puede bendecir el pecado (aquí pueden verlo). Sin duda, el pueblo fiel de Dios sabe reconocer la voz del Pastor y la de los ladrones.

San Ruperto de Salzburgo (660​ - 710)

Irónicamente, aquel templo vienés está dedicado a san Ruperto de Salzburgo, un obispo que evangelizo Baviera en el siglo VII, entre sus muchas labores destaca la fundación de una ciudad cerca de unas minas de sal, a la que llamaron Salzburgo (“ciudad de la sal”). Sin embargo, hoy en día la sal germana está perdiendo su sabor.

domingo, 2 de mayo de 2021

Es Pascua en Moscú



Hoy es el día de la resurrección, resplandezcamos, naciones.
¡Pascua! la Pascua del Señor. Porque Cristo, nuestro Dios, nos ha hecho pasar de la muerte a la vida, y de la tierra al cielo; cantando triunfantes.

¡Cristo resucitó de entre los muertos!