En el Sermón de la Montaña (San Mateo V, 1 -
VII, 29), el Señor entrega al naciente número de discípulos los consejos para vivir
según la voluntad divina. En aquel largo discurso iniciando con las
Bienaventuranzas, se traza el camino del cristiano a la perfección del
espíritu.
El Señor no dejo una doctrina o un conjunto de
reglas sino las instrucciones de un camino donde el alma cristiana transita y
cuya terminación no es más que encontrar al Señor mismo. No quiero decir que no
es importante la teología, las discusiones y debates que a lo largo de la
historia se suscitaron al interior de la Iglesia para precisar la naturaleza de
la fe y sus contenidos; Al contrario, es justamente por transitar ese camino
que surgieron estas cuestiones, al fin y al cabo, cuanto más se ama a una
persona más quiere saber de la misma.
La Fe cristiana debe ser vivida y amada por
todo aquel que se precie de católico, es lo coherente. Por dar un ejemplo
burdo, que un liberal convencido en la verdad de liberalismo vote por
comunistas no tendría sentido, de igual forma un católico con ideas contrarias
a las verdades del Evangelio, tendría que dejarse de llamar católico o
reconocerse como mal creyente. No es un escándalo encontrar entre simples
feligreses quienes proponen o dicen ideas contrarias al catecismo porque o
están confundidos en cuanto a que dice la Iglesia sobre tales cuestiones, o no
tuvieron una educación religiosa buena. Sin embargo, en las últimas décadas se
ha vuelto, no un escándalo, sino ya lo más normal, encontrar clérigos (de baja
o alta jerarquía) decir y predicar ideas no solo diferentes sino antagónicas a
la doctrina de la Iglesia que dicen representar.
Tal incongruencia tuvo estos días su culmen
(hasta ahora) con una masiva “bendición” (que no boda) de parejas homosexuales
en varias parroquias alemanas. La iniciativa surgió como respuesta al Responsum
de la Congregación para la Doctrina de la Fe publicado el 22 de febrero de
2021, con relación a bendecir a parejas homosexuales. Roma tuvo que recordar lo
que para toda la tradición moral cristiana fue siempre obvio: el pecado no se
puede bendecir.
Esto no inmuto a Deutsche Kirche, que en mayor o menor medida apoyo dichas
profanaciones. Recordemos que las diócesis en Alemania se encuentran en un
periodo sinodal, del cual se esperan grandes cambios en la organización
burocrática y también ciertas relajaciones de carácter doctrinal que afectan
sobre todo a la moral cristiana. Algunos episcopos germanos han insistido sobre
todo en bendecir parejas homosexuales, otros han hablado de la necesidad de
replantear la idea del sacerdocio femenino, etc.
El resultado ha sido la indiferencia social:
los fieles luteranos no van al servicio dominical, porque ya no les llama la
atención. La religión, que se supone trata sobre cosas celestiales, se rebaja a
meras opiniones como las del diario, y por tanto ya no es esencial para el día
a día del alemán moderno. Ciertamente esta es la situación no solo de los
luteranos sino del cristianismo en todo Occidente, con sus más o sus menos en
las diferentes partes del mundo. El problema aquí no es que las ovejas
abandonen el rebaño, al fin y al cabo el mismo Señor dice: tan cierto es que
muchos son los llamados y pocos los escogidos (San Mateo XX, 14). El problema
es que los pastores estén claudicando en su deber, única razón de su oficio, de
velar por la Fe que dicen profesar. Y no solamente los germanos, que hace años
tambaleaban entre un catolicismo “más luterano” y la apostasía, sino de Roma,
la sede de San Pedro, de quien poco y nada a dicho en reacción a tales
sacrilegios alemanes. Algunos dicen que es por las monedas que reciben de las
ricas Conferencias episcopales del Rin, otros porque directamente ya no les
importa sino un puesto en la burocracia eclesial, puesto que hay que sostener
evitando polémicas con el mundo descristianizado de hoy.
¿Cuántos son los obispos que hablan
abiertamente contra el pecado? Y no hablamos de pecados ecológicos que dañan al
planeta, ni pecados económicos que dañen a los pobres; Sino propiamente
el pecado, que ofende a Dios y lleva el alma al infierno. ¿Dónde están aquellos
pastores?
“Vosotros
sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá
el sabor? Para nada sirve ya, sino para ser arrojada y pisada de las gentes”.
(San Mateo V, 13)
A fines de abril, en la antigua iglesia de San
Ruperto en Viena, los párrocos han colgado desde el campanario una bandera
arcoíris (símbolo conocido de la ideología LGBT) en apoyo a los homosexuales y
en provocación a la notificación romana. Sin embargo, para sorpresa de
varios, un grupo de jóvenes fue en la noche para colgar un cartel en la misma
torre con la leyenda Dios no puede bendecir el pecado (aquí pueden verlo). Sin
duda, el pueblo fiel de Dios sabe reconocer la voz del Pastor y la de los
ladrones.
San Ruperto de Salzburgo (660 - 710) |
Irónicamente, aquel templo vienés está dedicado
a san Ruperto de Salzburgo, un obispo que evangelizo Baviera en el siglo VII,
entre sus muchas labores destaca la fundación de una ciudad cerca de unas minas
de sal, a la que llamaron Salzburgo (“ciudad de la sal”). Sin embargo, hoy en día
la sal germana está perdiendo su sabor.