Un buen amigo,
Herni Hafer, se ha animado a escribir un artículo para darle a mi blog una
nueva entrada en estos tiempos de sequía de mi parte. Sequía que prometemos
arreglar, con ayuda del buen san Elías y san Agustín de Hipona, y así tener nuevas actualizaciones en esta pobre bitácora.
Mi germanófilo
amigo Henri, nos regala su breve reflexión sobre el sagrado deber de ser padre.
Tarea ardua y santa, que es reflejo del cuidado de Dios a la humanidad, como un
padre que nos ama. En el Antiguo Testamento, Dios es tratado como “Padre de
Israel” (Salmo CXIII, 13; Oseas XI, 1-4), y en el Nuevo, nuestro Señor
Jesucristo nos presenta a Dios como Padre de nosotros, sus hijos por adopción,
gracias a Cristo (San Juan XX, 17; Efesios I, 5).
Ser padre,
entonces, como reflejo de la providente mano de Dios a la creación, es una
obligación seria para el hombre. El varón está llamado a ejercer su paternidad,
sea espiritual (el sacerdocio) o carnal (padre de familia). Esta misión hay que
tomarla con seriedad, sobre todo en estos periodos de crisis de civilización,
en el que las instituciones defensoras del orden cristiano (la Iglesia, las
Fuerzas Armadas y la familia) son atacadas por hordas de enemigos satánicos al
servicio del Caos.
Espero entonces,
que el artículo del buen amigo Henri, sea de utilidad para los lectores. Henri
habla de la experiencia, porque tiene el privilegio de ser padre, y lo lleva
con hombría entre las dificultades de la vida moderna. Sin más que decir,
disfruten el escrito.
Desafíos Paternales
Por
Henri Hafer
Los tiempos
actuales exigen que cualquier católico con una mínima formación, pueda inculcar
amor a Dios, amor a la familia, amor a su tierra. Eso, en la teoría, puede ser
sin lugar a dudas, realizable en un alto porcentaje.
Claro, eso sin
tener en cuenta la exigencia de ser PADRE. Y en esto me quiero detener un poco.
Esta detención no
va a enumerar las claras obligaciones de cualquier padre (o al menos del que se
digne de hacer honor de tal mayúscula tarea) sino que pretende dar luz a los
desafíos de llevar ambas tareas en diversos escenarios “modernos”.
Si bien siempre se
“aconseja” casarse con mujeres católicas y bien formadas doctrinalmente, es
mucho más probable poder congeniar con mujeres católicas que solo recibieron
los sacramentos más comunes. La diversidad de pensamientos entre los católicos
hace que la división interna, haga más difícil una concepción más integral de
las cuestiones litúrgicas entre los mismos fieles. Mientras más dividido el
rebaño, más compleja es la “concordancia” entre ellos. Entonces, el católico
termina por buscar “la futura mujer y madre de sus hijos, con la mejor
concepción de Dios posible, incluso, aunque no sea católica”. Los polos
opuestos se atraen, según dice el dicho, y así es en la mayoría de los casos.
Alguien firme y rígido en la fe y en la vida, puede congeniar con alguien
bueno, sin religiosidad aparente y con formas más laxas.
"Sagrada Familia del pajarito" - Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682) |
Después de esta
breve introducción, aquí regreso a la cuestión de la “paternidad”. He aquí el
verdadero desafío de la vida. A la cual, un sacerdote tiene desde su formación
sacerdotal, hasta sus últimos días en la tierra con sus fieles. Dentro del
primer año de vida de un hijo (en el que no dice más que 1 o 2 palabras,
empieza a caminar, y no tiene ni una concepción mínima del mundo que lo
rodea)no se pueden notar ciertas cosas, pero mientras va creciendo, comienzan
las disyuntivas filosóficas en la pareja, sobre que tipo de educación darle a
ese hijo. Todo padre católico debe ser sabio como San Agustín, tolerante,
bondadoso y paciente en guardar un segundo plano en la vida de nuestros hijos
como el Santo Patrono Universal de la Iglesia, San José. Siempre la parte un
poco más pesada de la crianza de los hijos, la debe portar la mujer. Entonces,
ese protagonismo, debemos respetarlo siempre. Con respecto al “segundo plano
del hombre”, no me refiero a restarle la importancia que un padre tiene, sino a
hacer un trabajo desde el silencio. El padre es el que realmente enseña a cómo
manejarse en la vida, y a veces, a comprender misterios que para un
adolescente, son insondables (sobre todo si los hijos son varones). Un hombre
con rasgos patriarcales, enseña y educa futuros patriarcas de buenas
costumbres, la mejor fe posible y los mejores modales para dirigirse a sus
pares. La figura de fortaleza, seguridad, sabiduría, exitoso, siempre va a ser
la paterna. Por eso el varón católico debe ser un ser instruido y educado para
saber transmitir eso mismo a sus hijos o hijas el día mañana. A ellos, les va a
servir para saber tratar con las mujeres, y a ellas para saber que deben
adecuarse a la seguridad del “paraguas patriarcal”.
“Gloriosos
Patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, venid
en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad”
Que la angustia y
la dificultad, haga que busquemos a San Jose como nuestro mentor y ejemplo de
vida. No dejemos que la modernidad, nos quite el protagonismo silencioso que
los padres católicos tendremos siempre.