martes, 31 de marzo de 2020

A 500 Años de una Sencilla Misa

Monumento en Puerto San Julián a la Primera Misa en suelo argentino en 1520.

“España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas.”

Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912
)
Escritor, fil
ólogo e historiador español.

“A él nos acercamos también nosotros para adorar a Cristo y agradecerle los dones que, con su presencia real y sustancial, ha ido derramando sobre la amadísima Argentina; nos acercamos con un deseo y una plegaria: que la Eucaristía, perpetuación de la Ultima Cena y del Sacrificio del Gólgota, sea siempre y efectivamente, en la trayectoria de la comunidad católica nacional y en la vida de cada uno de sus miembros (…) dinámicamente los proyecte a convertir en realidad las exigencias del orden civil y moral…”
Carta de Su Santidad Pablo VI al obispo de Río Gallegos, monseñor Mauricio Eugenio Magliano, con  motivo del 450 aniversario de la Primera Misa celebrada en Territorio Nacional.
Vaticano, 19 marzo 1970.

“Y llegándose Jesús, les hablo diciendo: Se me a dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar todo lo que os mandado. Y mirad que yo estoy todos los días con vosotros hasta la consumación de los siglos”
Evangelio según san Mateo XXVIII, 18-20
Traducción de Fray Anselmo Petite O.S.B (1744-1805)

La historia humana no posee acontecimiento más grande y glorioso que la Encarnación del Verbo. Ese glorioso momento en el que el eterno Hijo de Dios se reviste en carne mortal por nosotros y nuestra salvación marcó el punto central de la historia, que San Pablo llamó “plenitud de los tiempos” (Gálatas IV, 4).
Una vez cumplida su obra redentora dejó a sus discípulos la misión de conquistar el Orbe en su nombre y a sus habitantes para su reino. Bajo esta consigna su Iglesia entre el gozo y el dolor, conquista Roma y de sus cenizas construye la civilización occidental cuyo momento más glorioso no fueron la Revolución Francesa ni la Industrial sino la Alta Edad Media, nunca como en ningún otro momento en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados (León XIII Inmortale Dei n 9). Época donde todo giraba alrededor del culto al Dios verdadero y a su santa Iglesia; Pero al llegar la modernidad con sus perniciosas revoluciones todo esta Cristiandad comenzó a caer para dar espacio al Estado Moderno, donde Cristo ya no reina, sino que se tolera meramente en la privacidad de los individuos. Mientras los otrora católicos reinos de Europa caían en la apostasía (Inglaterra) o en cruentas debilitaciones internas (Alemania y Francia) y ante el peligro de una cultura enemiga de la Cruz (el Islam) esperando atacar el viejo continente cristiano; Fue una Nación la que no había descoronado a Cristo, fue una nación la que aún lo tenía por Señor y Rey, fue una nación la que tomando con fe el rosario y con virilidad la espada derroto al enemigo turco en Lepanto (7 de octubre de 1571) y fue esta misma nación la que años atrás había descubierto un nuevo continente en 12 de octubre de 1492: España.
Fue la valentía del pueblo español, guiada por la firmeza y sabiduría de sus Reyes, la que los lanzo a la conquista del orbe, todo para coronarlo con la cruz de Cristo, al punto que se dijo: “¡No hay un puñado de tierra en el mundo sin una tumba española!”. Esta gallardía gloriosa del Imperio de los Austrias, bendecida por Dios y su santa Iglesia, extendió por el mundo el Evangelio y los beneficios de la cultura occidental que no es otra que la cristiana.
El aporte del Imperio Hispánico al mundo nunca será totalmente estudiado ni totalmente agradecido sino al contrario, gracias a los enemigos del mismo, terminó siendo olvidado y vilipendiado. Nosotros  como americanos y criollos no podríamos estar más que orgullosos y agradecidos con España, y comportarnos en consecuencia como dignos herederos.

Fernando de Magallanes (1480-1521)
Hoy recordamos un hecho que para nuestra liberal sociedad civil no tiene menor importancia. Hoy recordamos la llegada al puerto San Julián (provincia de Santa Cruz) del navegante Fernando de Magallanes (1480-1521) el primero en dar la vuelta al Orbe, y coronando ese día con el rezo de la Santa Misa, oficiada por el padre Pedro de Valderrama.
El nacimiento de una nación no es cuando se desarraiga de otra, sino cuando es fundada sobre la religión. Así lo veían en la Antigüedad romana como lo demuestra Numa Denys Fustel de Coulanges (1830-1889) en su libro La ciudad antigua. Así el santo sacrificio de la Misa, fue el acto fundacional de la nación Argentina.
Ese domingo en el Año 1520, fue justamente Domingo de Ramos;  Ese domingo aquellos duros marineros españoles de rodillas ante el divino Sacramento, como de rodillas el centurión del Evangelio (San Mateo VIII, 5-11) dijo al Señor; “no soy digno de que entres en mi casa”, recibieron el  pan de  los angeles. Así levantando las palmas y recibiendo la Santa Comunión, la Nación Argentina (aún no constituida como tal más que en la potencialidad) se unía a las naciones cristianas. Como glorioso entraba el Señor en Jerusalén, gloriosa entraba ella en la vida cristiana.
Hace 500 años, un humilde sacerdote agustino dio el Panis angelicus a este suelo, hijo de la madre España. Hace 500 años la patria recibía su primera Comunión; su bautismo lo tuvo con Colón y con Valderrama la Eucaristía.
Sonó el Gloria laus ese día, y los indios oyeron por primera vez un himno al Creador,  que espanto a los demonios que los tenían en las tinieblas de la idolatría. Las palmas y los ramos que recibían al Señor al comienzo de nuestra era, ahora lo recibían en el Puerto San Julián, mártir de Cristo que ese día se recordaba.
Imaginar hace 500 años en un improvisado altar a la intemperie donde los indios patagones observaban el culto al Dios verdadero nos recuerde hoy nuestra propia situación.
Este año nos encontramos encerrados y con miedo a la muerte, privados de los Santos Sacramentos y pronto privados de la santa Semana del triunfo del Cristo en la cruz. Años de comodidad han convertido a nuestra nación en cobarde y no en heredera de las antiguas gestas españolas.
Argentina, ese día fundada y no en la “revolución de mayo” de 1810 como la mentira liberal nos quiso hacer creer, dio ejemplos de buena hija de la Hispanidad: Combatió al hereje y al pirata en sus invasiones a Buenos Aires (1806-1807) cuando bajaron las banderas de Santiago apóstol por la corrompida británica Unión Jack. Y sacándolos a puño limpio de nuestras tierras, gritando los criollos y entregando a Nuestra Señora del Rosario sus impías banderas, como trofeo de guerra, marcando así nuestra lealtad a nuestra Reina. 
A pesar de la dolorosa y necesaria independencia, aunque en su corazón y espíritu la nación fue y es católica, el gobierno lo tomaron sus enemigos. Aún así el espíritu del español y del criollo no se replegó al miedo; Al punto tal de que débiles en fuerza más no en alma, nos enfrentamos al francés y al británico en la Vuelta de Obligado el 20 de noviembre de 1845. Y más recientemente cuando combatimos a la Pérfida Albión por nuestras Islas Malvinas (1982) al punto tal de que el mismo ingles reconoce: “Aquí se verá si los argentinos son de realidad descendientes de los españoles entonces la batalla será ardua y difícil para los nuestros, si en cambio lo son de los italianos la batalla se decidirá en horas". Y ardua y difícil fue la batalla que les dimos por nuestra soberanía.
Y siempre presente en el corazón de los argentinos estaba la Virgen María, madre del verdadero Dios: Cuando llegamos a las Islas (operación Virgen del Rosario) así como cuando el glorioso mártir Santiago de Liniers nos dio doble victoria. Y eso para recordarle a Inglaterra y al mundo entero, que la única Reina de los argentinos no está en Londres sino en Luján: La Inmaculada Madre del Verbo.

Soldados argentinos con una imagen de Nuestra Señora de Luján durante la Guerra de Malvinas (1982)
La fe que nos une a la tradición y a la historia hispana, es hija de la Misa del padre Pedro de Valderrama hace 500 Años. Esa fe que hoy es atacada aún dentro de la propia Iglesia que juró defenderla. Esa fe que es la verdadera que jamás será vencida por los ataques de muchos y pérfidos enemigos, brillara gloriosa sobre las tinieblas del diablo como el sol de nuestra bandera brilla glorioso sobre nuestro lastimado suelo.
Este 2020 no podremos conmemorar con los honores que merece este aniversario, y quizás sea providente: la piedad litúrgica del padre Pedro de Valderrama hace mucho a muerto en los corazones juveniles de los nuestros moribundos obispos. Y quizás es de Dios que lo pasemos en nuestras casas privados de la Misa para comprender su valor.
Quizás Argentina, después de este encierro recobre la fuerza de un país nuevo, que unido a su raíz camine confiado a su destino. Rompiendo las ataduras del enemigo y viendo al Señor Crucificado, que en Puerto San Julián se dio vivo para valientes soldados y amigos, se arrodille confiado y diga: Señor, no soy digno.
Dice el poeta José María Pemán y Pemartín (1897-1981) en su Poema de la Bestia y el Ángel  (1938)
Cuando hay que descubrir un Nuevo Mundo
o hay que domar al moro,
o hay que medir el cinturón de oro
del Ecuador, o alzar sobre el profundo
espanto del error negro que pesa
sobre la Cristiandad, el pensamiento
que es amor en Teresa
y es claridad en Trento,
cuando hay que consumar la maravilla
de alguna nueva hazaña, los ángeles que están junto a su Silla,
miran a Dios… Y piensan en España.
Y también dicen los que saben, que a sus tres discípulos predilectos el Señor Jesús les dejo tres regalos:
A Pedro su Iglesia, a Juan su madre y a Santiago… A él le dejó España.
Agrego yo a modo de conclusión:
La patria no nace cuando se firman documentos
Ni nace cuando se derrocan gobernantes
Nace cuando en el monumento
Esta el Salvador Reinante
La patria es hija de noble linaje
del de Fernando e Isabel
Que protegieron al salvaje
de los engaños de Luzbel.
La patria es hija de Valderrama
Quien le dio el divino alimento
Porque la quiere y bien ama
Y la consuela en su tormento.
Argentina es ¡oh patria mía!
que entre lucha y gallardía
Ante el Nazareno crucificado
Brillara un día
Cuando lo vea resucitado.


¡Viva Cristo rey!

¡Viva la España católica!
¡Viva la Patria argentina!
¡Y viva nuestra santa religión!

sábado, 28 de marzo de 2020

Agradable Consuelo



El día de ayer el Santo Padre a dirigido un “momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia” (o al menos así lo llamo el Vaticano) donde además ha dado la bendición Urbi et Orbi (aunque según varios conocidos esta no ha sido tal por ciertas insuficiencias en el rito o la ausencia del mismo), en la cual el Santo Padre ha pronunciado un sermón  de notable interés. Si bien, las referencias al Papa Francisco en este joven blog han sido pocas; su mención no ha sido positiva, hoy haremos una excepción. Excepción que haremos siempre que encontremos algo bueno, bello y verdadero en los discursos de su porteñísima Santidad, y en muchos otros autores y personajes del mundo y la historia. Al fin y al cabo nos dice el apóstol san Pablo: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (I Tesalonicenses V, 21) y de igual manera santo Tomas de Aquino dirá: Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est (toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo).
He aquí las mejores partes del sermón de Francisco ayer:
“Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados”. Cita número 1.
¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?. El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere”. Cita número 2.
“El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (Isaías XLII, 3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza”. Cita número 3.
“Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Más tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas”. Cita número 4.
Quien quiera leer el sermón completo mas ver el vídeo de la ceremonia puede entrar aquí.

Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est.
Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Descanse en Paz



Mons. Marcel-François Marie Lefebvre C.S.Sp., FSSPX
Arzobispo emérito de Tulle, Francia.
Arzobispo emérito de Dakar, Senegal
Superior general de la Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculado Corazón de María
Fundador y Primer Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Tradidi quod et accepi - He transmitido lo que he recibido (I Cor. XV,3.

29 de noviembre de 1905 - 25 de marzo de 1991
Vísperas de san Andrés Apóstol – Fiesta de la Encarnación del Señor

V. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine.
R. Et lux perpétua lúceat eis.
V. A porta inféri.
R. Erue, Dómine, ánimam ejus.
V. Réquiescat in pace.
R. Amen.
V. Dómine, exáudi oratiónem meam.
R. Et clamor meus ad te véniat.
V. Dóminus vobíscum.
R Et cum spíritu tuo.
Orémus
Deus, qui inter apostólicos sacerdótes fámulum tuum Marcellus Lefebvre pontificáli fecísti dignitáte vigére: Præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpetuo aggregé tur consórtio. Per Dóminum.


En el Vigesimonoveno Aniversario de su fallecimiento
Descanse en Paz

martes, 24 de marzo de 2020

Devociones y Verdades Olvidadas

COVID-19


La reciente epidemia del Coronavirus desató un caos a nivel mundial, creando pánico y miedo en la población gracias a la establishment mediático y a las medidas tomadas por varios gobiernos nacionales, entre ellos el de Argentina.

Fuit gloria mundi

En un artículo anterior hablamos de la fugacidad de la vida y la inexorable sentencia de la muerte y de cómo el mundo contemporáneo pretende ignorarlo. Sin embargo, el coronavirus nos lo ha recordado y como han reaccionado las personas no deja de confirmarlo.

Algunas medidas podrían en su momento parecer ridículas o exageradas en su momento, ya que muchos nos vimos tentados a creer que esto era una mera treta de los medios oficiales. También, y sobre todo los más conspiranoicos, han visto en esto el comienzo de una guerra bacteriológica entre países del primer mundo (EE.UU y China respectivamente), y no sin algo de razón; si no pueden ver este vídeo.

Ahora bien, uno esperaría que en estos momentos de crisis y muerte, el papel de la religión sea justamente lo que la etimología de la palabra parece indicar: religar lo humano con lo divino.

La Iglesia católica desde Roma tomó decisiones que entre los fieles causaron escándalo y críticas: mantener las iglesias cerradas.
En Argentina (mucho antes de que el virus chino llegara a nuestras costas) los obispos habían tomado medidas no del todo negativas, como la supresión del osculum pacis (un invento de la Nueva Liturgia) y la recomendación de comulgar solo con la mano (estupidez que ya intentaron con la Gripe A). Otros hechos que llamaron la atención es la cancelación de dos grandes eventos para el catolicismo en esta nación.

“Él te librará de la red del cazador y de la peste perniciosa" (Salmos XCI, 3).

El primero es el Congreso Mariano Nacional en Catamarca por los 400 años de la aparición de la Virgen del Valle, el segundo: el aniversario de los 500 años de la Primera Misa celebrada en suelo argentino, en puerto San Julián, provincia de Santa Cruz.

Aunque sea una fecha importante para todos los católicos argentinos, y en especial aquellos de Catamarca; es muy prudente cancelar el congreso mariano, nos hallamos ante el problema real de una pandemia que está azotando al mundo, y además de tomar las legítimas y correspondientes medidas de seguridad y salud, nunca esta demás rogar a Dios por el aplacamiento de su ira y el fin de esta peste:
Así es señores, Dios se enoja; la Sagrada Escritura y la liturgia de la Iglesia, así como la tradición patrística y la misma experiencia del mundo nos hablan de la “ira de Dios”. Aunque Dios no está sujeto a pasiones y nuestras culpas y pecados en nada lo afectan, estas requieren por justicia un castigo. Ese fue el motivo de la muerte del Señor en la cruz: una ofensa al Eterno exigía un castigo que solo el Eterno podría llevar. Sin embargo, nos queda todavía la pena por nuestro error que debemos penar.

Estas verdades de catecismo han sido pasadas por alto mucho tiempo; ¿Quién predica hoy día del arrepentimiento? ¿De la penitencia? (hay curas que directamente no dan penitencia después de confesar). En la Edad Media, los católicos al sufrir del flagelo de la guerra o el hambre o las enfermedades, recurrían al mejor remedio para enfrentarlas: recurrían a la oración, suplicaban a Dios su perdón y piedad, porque saben que Dios es un padre amoroso que, como dice la Escritura, a los que ama, los reprende y castiga (Apocalipsis III, 19) y por eso, solo podemos rezar y aceptar este castigo como una señal de la divina Providencia a tener en consideración.

En cuanto a la cancelación de los festejos por los 500 Años de la Primera Misa celebrada en suelo argentino (técnicamente suelo español al ser las tierras descubiertas propiedad de la Corona española) no puedo sino agradecer que así sea ¿Se imaginan el ridículo espectáculo que la Conferencia Episcopal hubiera oficiado en Puerto San Julián? ¿No sería mejor celebrar el mismo rito de la Misa que celebró hace tantos siglos el padre Pedro de Valderrama? Recemos nosotros un Te Deum y una oración al mártir san Julián de Cesárea antes de esperar un circo por Misa de parte de nuestros obispos.

“Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Evangelio de san Juan VI, 68).

Como cristianos sabemos que los castigos que Dios mande al mundo son para nuestra corrección y que la muerte solo es la puerta a la eternidad; Nada mejor que este tiempo de peste y Cuaresma que reforzar la oración y la penitencia, reforzar la devoción.

Procesión de las Rogativas
Sugiero rezar con fervor y fe las Rogativas, aquellas letanías y oraciones que la Iglesia reservaba para momentos de grave necesidad y también para los tres días antes de la Ascensión del Señor. Recurrir a los Catorce Santos Auxiliadores a quienes los pueblos de Europa en la Edad Media tenían presentes con jaculatorias constantes (algunas de las cuales llegaron a la actualidad).

La Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de la Salud, en el santo rosario y siempre confiados, rezando a ella por su protección.
Durante el azote de esta peste, sin duda, encomendarse siempre al buen San José, patrono de la buena muerte, para que, si nos toca esa suerte, poder morir en paz con Dios.

La Semana Santa se acerca, y parece que se celebrara sin asistencia de fieles en nuestra patria. Unamos el corazón a la soledad del Señor en esos días crueles para resucitar sin miedo con él en la Pascua.

“Estas cosas os he dicho con el fin de que halléis en mí la paz. En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza, yo he vencido al mundo” (Evangelio de san Juan XVI, 33).




Los Catorce Santos Auxiliadores son: San Acacio (8 de mayo), invocado contra los dolores de cabeza. Santa Bárbara (4 de diciembre), invocada contra la fiebre y la muerte súbita. San Blas (3 de febrero), invocado contra los dolores de garganta y los atoramientos del sistema respiratorio. Santa Catalina de Alejandría (25 de noviembre), invocada contra la muerte súbita. San Cristóbal (10 de julio), invocado contra la peste bubónica.  San Ciriaco (8 de agosto), invocado contra la tentación a la hora de la muerte. San Dionisio (9 de octubre), invocado contra los dolores de cabeza. San Erasmo (2 de junio),  invocado contra las enfermedades intestinales. San Eustaquio (20 de septiembre), invocado contra las disputas familiares. San Egidio (1 de septiembre), invocado contra la peste, y para hacer una buena confesión. San Jorge (23 de abril), invocado para conseguir la curación de los animales domésticos. Santa Margarita (20 de julio), invocada durante el parto. San Pantaleón (27 de julio), invocado por los médicos. San Vito (15 de junio), invocado contra la epilepsia.



domingo, 22 de marzo de 2020

Domingo de Laetare


 "La multiplicacion de los panes y peces" Francisco Herrera el Viejo, siglo XVI-XVII

Alégrate, Jerusalén: y alégrense con ella todos los que la aman: gócense con alegría los que estuvieron en la tristeza: para que se regocijen y se sacien de las ubres de su consolación. Me alegré de lo que se me ha dicho: Iremos a la casa del Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.

Buona Domenica!

“Este domingo, llamado Laetare, por comenzar así la primera palabra del Introito de la Misa, es uno de los más célebres del año. Este día, la Iglesia suspende las tristezas de Cuaresma; los cantos de la Misa sólo hablan de la alegría y el consuelo; el órgano, mudo en los tres domingos precedentes, se hace oír hoy; el diácono viste la dalmática, el subdiácono la túnica; y se permite sustituir los ornamentos de color morado por los de rosa. Ya vimos, en el Adviento, practicar estos mismos ritos en el tercer domingo llamado Gaudete. Esta nota de alegría que la Iglesia pone hoy en su Liturgia tiene por fin felicitar a sus hijos por su celo. Han recorrido ya la mitad de la santa Cuaresma y quiere estimular sus energías para coronar la carrera”.

Dom Prosper Louis Pascal Guéranger O.S.B.
El Año Liturgico Tomo II, página 339-340. Editorial Aldecoá (1956).

lunes, 16 de marzo de 2020

Temporalidad de la Vida




“Pero le dijo Dios: ¡Insensato! Esta misma noche han de exigir de ti la entrega de tu alma, ¿de quién será cuanto has almacenado?”
Evangelio de san Lucas XII, 20.

La sentencia común de la humanidad es la muerte, desde que el Creador expulso a nuestros padres del jardín del Edén. Realmente no hay muchas vueltas con ella. Llegará y tomará de improviso el alma de cualquier hombre sobre la tierra.

Recientemente fallecía un renombrado fósil del marxismo latinoamericano: Ernesto Cardenal Martínez, a los 95 años de edad. Escritor y político nicaragüense (y ocasionalmente sacerdote) al servicio de la Revolución comunista en su país.
Famoso fue la reprimenda que le dio públicamente San Juan Pablo II en su visita 4 de marzo de 1983 a Nicaragua, que puede verse aquí.

El Señor le concedió una larga vida, buscando hasta el último momento el arrepentimiento de sus errores, y espero que así haya sido, como dice la Escritura: ¿Acaso quiero yo la muerte del impío, dice el Señor Dios, y no antes bien que se convierta de su mal proceder, y viva? (Ezequiel XVIII, 23). El amor de Cristo por los pecadores los llevo a la muerte en la cruz, pero sabía el Señor que no todos aprovecharían los méritos de su Pasión, y aun así no deja de llamarnos a la penitencia y la conversión.

Las distracciones y ruidos, de las que hablamos en otra entrada, no solo son para evitar que pensemos en Dios, sino para que no recordemos nuestra propia fragilidad y la triste verdad de que hemos de morir, y esta es la común realidad que el siglo actual quiere ocultar. Aunque recientemente el inesperado brote del COVID-19 (Coronavirus) nos trae, más por el pánico mediático, el recuerdo de esta “sentencia común” que el Señor dio a la humanidad.

El inexorable pasó del tiempo y la certeza de que el camino termina en un sepulcro y en la nada podría desesperar a cualquiera, como para buscar cualquier forma de ignorarlo.

Los griegos y romanos lo personificaban en las Morias/Parcas y al momento mismo de morir, en el joven alado de Thánatos acompañado de Hipnos (el Sueño), su hermano gemelo. El toque suave de Thánatos llevaba el alma de los mortales a la otra vida donde esperaban subir al barco de Caronte y partir a la eternidad por el rio Estigia.

Los judíos veterotestamentarios, veían la muerte como el descenso al Seol (o sheol), el sepulcro o el mundo de las sombras donde justos y pecadores esperaban al Mesías a que los librara. Mesías que descendió a los infiernos para predicarles y darles la luz (I Pedro III 17-19). Para los cristianos, en cambio, la muerte es un recuerdo constante de nuestra propia finitud y temporalidad, y de cuál es nuestra verdadera patria.



Exiliados del Paraíso, Adán y Eva conocieron la muerte, síntoma maldito del primer pecado, y a la vez escucharon la promesa de que la muerte seria vencida por un descendiente de Eva; Jesucristo nuestro Señor. Ser cristiano es haber visto cumplida esta promesa, y para nosotros la muerte es solo un recuerdo de nuestro verdadero hogar. En este mundo pasajero hay muchas distracciones para evitar pensar en lo eterno, por eso la muerte es un recordatorio patente de la temporalidad de las cosas creadas, a la espera de volverse reales en la Eternidad, como lo representa C.S.Lewis en Las crónicas de Narnia: La última batalla, al tratar del fin de la Narnia temporal por la Narnia Real, análogamente como la Eucaristía es el fin de los sacrificios del Antiguo Testamento, fin de la figura y comienzo de lo figurado.

La liturgia de la Iglesia siempre ha puesto énfasis en los novísimos, es decir, los misterios de la muerte, el cielo y el infierno, los últimos tiempos, etc.  La Misa de réquiem es profundamente fuerte en símbolos relacionados con estos temas, basta escuchar con atención la secuencia del Dies Irae, que a lo largo de la historia apasiono la creatividad de grandes artistas. También estas cuestiones lo han tratado grandes escritores espirituales, y creo yo que ninguno sin sencillez y fuerza como san Alfonso María de Ligorio, en su famosísimo Preparación para la muerte (también titulado Consideraciones sobre Verdades Eternas), libro de excelente lectura apropiada para la Cuaresma y para cualquier momento de la vida, pues dice el autor en su obra:

“Cada cual sabe que ha de morir; pero, el mal está en que muchos miran la muerte tan lejana que la pierden de vista. Los viejos más decrépitos, las personas más enfermizas se persuaden tener aun tres o cuatro años de vida”.
Preparación para la muerte, página 57.

Son temas duros de reflexionar pero necesarios, más en tiempos de pestes (de las cuales hablaremos en su momento). Sin embargo, no debemos caer en la desesperación como hombres sin fe, sino confiados de que alguien ya venció a la muerte: Jesucristo el autor de la Vida.




domingo, 15 de marzo de 2020

La razón de la fe



Los dos sacerdotes salieron a la tibieza y oscuridad del vestíbulo y se apoyaron, cansados, contra la pared. Karras escuchaba el misterioso canturreo que venía de la habitación de Regan. Al cabo de unos momentos, se dirigió suavemente a Merrin:

—Usted dijo... usted dijo antes que había sólo... una entidad.
—Sí.

Hablando en voz baja, con las cabezas juntas, parecían estar confesándose.
—Todas las otras no son más que formas de ataque -continuó Merrin-.
Hay uno... sólo uno. Es un demonio. -Abrióse una pausa. Luego, Merrin afirmó con sencillez-: Yo sé que usted duda de esto. Pero mire, a este demonio... lo conocí una vez. Y es poderoso... poderoso...

Silencio. Karras volvió a hablar:
—Decimos que el demonio... no puede afectar la voluntad de la víctima.
—Sí, así es... así es... No hay pecado.
—Entonces, ¿cuál es el “propósito” de la posesión? -preguntó Karras con el ceño fruncido-. ¿Qué sentido tiene?

—¿Quién lo sabe? -respondió Merrin-. ¿Quién puede tener la esperanza de saber? -Pensó un momento. Después continuó sondeando-: Pero yo creo que el objetivo del demonio no es el poseso, sino nosotros... los observadores... cada persona de esta casa. Y creo... creo que lo que quiere es que nos desesperemos, que rechacemos nuestra propia humanidad, Damien, que nos veamos, a la larga, como bestias, como esencialmente viles e inmundos, sin nobleza, horribles, indignos. Y tal vez ahí esté a centro de todo: en la indignidad. Porque yo pienso que el creer en Dios no tiene nada que ver con la razón, sino que, en última instancia, es una cuestión de amor, de aceptar la posibilidad de que Dios puede amarnos...
Merrin hizo otra pausa. Prosiguió más lentamente, abriendo su alma en un susurro.

—Él sabe..., el demonio sabe dónde atacar... Hace mucho tiempo que me sentía desesperado por no poder amar a mi prójimo. Ciertas personas... me repelían. ¿Cómo podría amarlas?, pensaba. Y eso me atormentaba, Damien; me llevó a desconfiar de mí mismo... y, partiendo de aquí, desconfiar de mi Dios. Se hizo añicos mi fe...

Interesado, Karras levantó sus ojos hacia Merrin.
—¿Y qué pasó? -preguntó.
—Pues que, al fin, me di cuenta de que Dios nunca me pediría aquello que me es psicológicamente imposible, que el amor que Él me pedía estaba en mi “voluntad” y no quería decir que debía sentirlo como una emoción. En absoluto. Me pedía que “obrara” con amor hacia los demás, y el hecho de que lo hiciera con aquellos que me repelían, era un acto de amor más grande que cualquier otro. -Movió la cabeza-. Sé que todo esto debe parecerle muy obvio, Damien. Lo sé. Pero entonces no alcanzaba a verlo. Extraña ceguera. ¡Cuántos maridos y mujeres -exclamó con tristeza- creerán que ya no se aman porque sus corazones no se conmueven al verse! ¡Ah, Dios querido! -movió la cabeza afirmativamente- Damien, ahí radica la posesión; no tanto en las guerras, como algunos quieren creer; y muy pocas veces en intervenciones extraordinarias como ésta... la de esta niña... esta pobre criatura. No, yo lo veo mucho más a menudo en cosas pequeñas, Damien; en los mezquinos o absurdos rencores, en las equivocaciones, en la palabra cruel e insidiosa que las lenguas desatadas lanzan entre amigos. Entre amantes. Unas cuantas de esas cosas -susurró Merrin-, y ya no es necesario que sea Satán el que dirija nuestras guerras, pues las dirigimos nosotros mismos... nosotros mismos...
Aún llegaba el canto del dormitorio. Merrin miró hacia la puerta y escuchó un momento.

—Y, sin embargo, incluso de esto, del mal, vendrá el bien. De algún modo. De algún modo que nunca podremos entender, ni siquiera ver. –Merrin hizo una pausa-. Quizás el mal sea el crisol de la bondad -manifestó-. Y tal vez el propio Satán, a pesar de sí mismo, sirva de alguna manera para cumplir la voluntad de Dios.

No dijo más, y durante un rato permanecieron en silencio, mientras Karras reflexionaba.

El Exorcista, de William P. Blatty.
Editorial Emecé, pagina 309-311.

jueves, 5 de marzo de 2020

Tiempo de Silencio

Tishina (Silencio), de Tatiana Yushmanova (1979 - ).

Una de las buenas cosas que nos da la modernidad es la electricidad. Con ella  podemos tener luz y calor sin fuego y varias maravillas más. Los asombrosos avances de la técnica parecen no tener fin y cada día que pasa vemos que nuestra vida diaria está siendo invadida por los avances tecnológicos.

Muchas veces (sino la mayoría) estas luces humanas sirven de distracción para ocultar una cosa pequeña y sin embargo importante: el deseo espiritual de lo eterno. Como hemos insistido en varios artículos (y como mejor lo han tratado varios autores espirituales) el corazón del hombre esta sediento de aguas eternas, porque no se sacia con las perecederas bebidas de este mundo, y si en ellas quiere saciarse, es en razón de querer remplazar el agua eterna.

El ejemplo de la sed lo tomo del Salmo XLI (XLII) donde el autor trata de la nostalgia por la casa de Dios, cuyo recuerdo y anhelo es como la sed de una cierva (versículo 1). Los hombres son ciervos perdidos en un bosque buscando sedientos aquel vergel celestial de agua divina, pero no podemos encontrarlo fácilmente, sino es haciendo silencio.

San Benito de Nursia entregando su Regla a sus discípulos

El silencio es el gran ausente en esta época con más fuerza que en la antigüedad. San Benito de Nursia, aquel monje que sembró la semilla que reconstruyo la civilización en Europa, decía en su Regla:

El grado noveno de la humildad consiste en que de tal modo reprima el monje su lengua, que guardando silencio, nunca hable hasta ser preguntado, enseñándonos la Escritura, que No es posible hablar; mucho sin pecar: y Que el hombre hablador no hará progresos en la virtud. (La Santa Regla, capitulo VII).

La búsqueda de ruido inútil a la cual estamos acostumbrados los contemporáneos, no es búsqueda sino más bien huida, escape, etc. ¿Pero de qué? Del silencio.

Los hombres no quieren encontrarse con él, no quieren estar con él y por eso buscan callarlo. El silencio es calma y paz: orden. Y Dios es orden ( I Corintios XIV, 33), por tanto, es de esperarse encontrarlo en el silencio y no en los ruidos caóticos, como Elías en el monte Horeb (I Reyes XIX, 9-18) quién oyó la voz del Señor en la suave brisa y no en la tormenta, y mucho antes cuando derrotó a los profetas de Baal-quienes adoraban a su dios falso con gritos y bailes-la respuesta del cielo la dio la silenciosa oración de Elías (I Reyes XVIII, 20-40).

"Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo, ya tienen su paga. Tú, al contrario, cuando quieras orar entra en tu aposento, corre el cerrojo de la puerta, y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagara”. (Evangelio según san Mateo VI, 5-6)

Hacer silencio para oír la voz inaudible del Creador es un desafío muy grande, por ello son pocos quienes se arriesgan a tomarlo y por eso el hombre moderno prefiere distraerse con sus juegos y pantallas. Porque en realidad tiene miedo, miedo de callar su egoísmo para darse cuenta de que en realidad está solo. El sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017) dijo: “El éxito de Facebook es que está basado en el miedo a estar solo” y no se equivocaba (¡algunos van con el celular al baño para no desconectarse!).

A veces no hay que tener miedo, la soledad y el retiro suelen ayudar al alma a encontrarse con su Creador y a contemplarlo y amarlo más.
Esta Cuaresma en la que nos preparamos para la Semana del Triunfo del Señor, quizás entre las tradicionales prácticas de piedad, podríamos agregar el silencio contemplativo y así fortalecer el propio espíritu.


Prácticas tradicionales de Cuaresma: limosna, ayuno, abstinencia y penitencia.


Una buena lectura sobre estos temas, aprovechando el tiempo cuaresmal, puede ser La force du silence, del Cardenal Robert Sarah (hay versión española) donde el prelado africano re-descubre el valor perdido del silencio ante un mundo y una Iglesia gobernada por el ruido inútil. También podría ser el ensayo En mi sed me dieron vinagre, del padre Horacio Bojorge S.J. Excelente libro descriptivo del mal espíritu del hombre occidental actual y también puede servir de diagnóstico de nuestra propia alma sedienta.



La cierva de los montes es perseguida por un malvado cazador, esta huye buscando donde saciar su sed y curar sus heridas. Solo en el silencio podrá escuchar el fluir de las aguas eternas.

“Le respondió Jesús: Cualquiera que bebe de esta agua, tendrá otra vez sed; pero quien bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed. Antes el agua que yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial de agua que manará sin cesar hasta la vida eterna”. (Evangelio según san Juan IV, 13-14).

domingo, 1 de marzo de 2020

El primer Domingo de Cuaresma




Lección VII

En aquel tiempo: Jesús fue conducido del espíritu de Dios al desierto, para que fuese tentado allí por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, tuvo hambre. Entonces, acercándose el tentador, le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en panes. Mas Jesús le respondió: Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra o disposición que sale de la boca de Dios. Después de esto lo transportó el diablo a la santa ciudad de Jerusalén, y lo puso sobre lo alto del templo; y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; pues está escrito: Que te ha encomendado a sus ángeles, los cuales te tomarán en las palmas de sus manos para que tu pie no tropiece contra alguna piedra. Le replicó Jesús : También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios. Todavía le subió el diablo a un monte muy encumbrado, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos. Y le dijo: Todas estas cosas te daré si, postrándote delante de mí, me adorares. Le respondió entonces Jesús : Apártate de ahí, Satanás; porque está escrito: Adorarás al Señor Dios tuyo, y a él solo servirás. Y con esto le dejó el diablo; y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían. (San Mateo IV,1-11)

Homilía de san Gregorio, Papa
Homilía XVI sobre los Evangelios

Pregúntense algunos cuál fue el espíritu que condujo al Señor al desierto. Y la razón que les mantiene perplejos es lo que luego el santo Evangelio dice: “Llevóle el diablo a la santa ciudad”; y después de esto: “Le subió a un monte muy alto”. Pero la opinión más razonable, la que puede seguirse, con toda verdad y sin duda alguna, es la que cree que fue conducido al desierto porque por el Espíritu Santo, a fin de que allí le condujera su Espíritu en donde le pudiese hallar el espíritu maligno para tentarle. Más, he aquí que cuando, se dice que Dios-Hombre fue llevado por el diablo a la ciudad santa, o subido a una montaña muy elevada, la mente rehuye creerlo, y los oídos humanos se espantan al escucharlo. Reconoceremos, no obstante, que no es increíble, si pensamos en tantas otras cosas que en él se cumplieron.

Ciertamente el diablo es el príncipe de todos los malvados, y miembros de esta cabeza son todos los impíos. ¿Acaso Pilato no fue miembro del diablo, y los judíos que persiguieron a Cristo, y los soldados que le crucificaron, no fueron también miembros del diablo? ¿Qué tiene, por lo mismo, de extraño que permitiese que el demonio le condujera a un monte, si después había de permitir que sus secuaces le crucificaran? No es indigno de nuestro Redentor el que quisiera ser tentado, toda vez que había venido para ser crucificado. Por el contrario, era muy justo que con sus tentaciones venciese nuestras tentaciones, así como había venido para triunfar de nuestra muerte con su propia muerte.



Mas conviene advertir que la tentación obra de tres modos: por la sugestión, la delectación y el consentimiento. Nosotros, cuando somos tentados, generalmente nos dejamos arrastrar hasta la delectación, o lo que es más hasta el consentimiento. Y eso tiene lugar, porque, formados de carne pecadora, llevamos en nosotros mismos el enemigo contra el cual hemos de luchar. Mas Dios, habiéndose encarnado en el seno de la Virgen, vino al mundo sin pecado, y por lo mismo no tenía en, sí mismo principio alguno que le obligase a la lucha. Por lo mismo pudo ser tentado por sugestión, pero su alma no pudo ser manchada por la delectación. De consiguiente toda aquella tentación diabólica fue exterior, no interior.


Tomado de la traducción del Breviarium Romanum, hecho por Dom Alfonso M. Gubianas, O.S.B.

En Oficio de Maitines del I Domingo de Cuaresma, paginas 492-493.