martes, 25 de febrero de 2020

Porta Coeli


"Gloria in excelsis" en el antiguo canto romano

“¿Por qué estás afligida, alma mía, y te conturbas dentro de mí?
Espera en Dios, pues aun he de alabar al que es mi salvación, mi Dios.”
Salmo XLII, 5.


jueves, 13 de febrero de 2020

Canalladas episcopales


Antiguo libro popularmente denominado "mata-burros"

Si el español tiene algo bueno es la amplia variedad de insultos y palabras malsonantes para aplicar a particularísimos crímenes y pecados de ciertos individuos. Así para el varón que ejerce el pecado de la sodomía se lo clasifica con el gentilicio de Sodoma (sodomita). La sagrada lengua del reino de España y sus territorios de Ultramar, le agregaría al “sodomita” varios otros títulos y el más famoso en Argentina es la palabra que empieza con “p” y rima con “fruto”.
Esas palabras parecen completar en un par de letras el significado total de lo que es el ente en sí. Sin embargo, otras parecen carecer de este poder.

Una de ellas es “canalla”, que suele aplicársela a seres despreciables y ruines. Pero no parece que “canalla” llene por entero la descripción una persona ruin, malvada, inescrupulosa y despreciable, no satisface su uso por asi decirlo.

A pesar de eso, "canalla" es la palabra exacta que podemos dar a dos notables episcopos argentinos, de quienes nos enteramos hace poco dos santificadoras noticias.
El primer canalla es sobre monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, actual Canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias y de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Hace unos días, con motivo de la visita del abortista Alberto Fernández a Roma, celebró una misa en su presencia, elogió al excomulgado general Perón y no contento con eso, le dio la santa Comunión al presidente Fernández y a su concubina.

Durante la Misa oficiada por monseñor Sorondo, se coloco una imagen del montonero padre Carlos Mugica haciendo recordar II Macabeos VI, 5: "El mismo altar se veía lleno de cosas ilícitas y prohibidas por las leyes".


El hecho causo impacto y molestia en varias partes del mundo católico, incluida la misma Argentina, con justa razón: Un obispo celebra la Santa Misa, el renovado sacrificio de Cristo en el altar  por nuestra salvación, donde elogian a un excomulgado en presencia de un “heredero ideológico” del mismo, que no solo se jacta de ser defensor aberrante del crimen del aborto, sino que también, recibe el Santísimo Sacramento como un fiel cristiano más, acompañado de su cuarta concubina con la cual vive en adulterio público.

Más escandalosa fue la actitud que tomo para defenderse del sacrilegio que había cometido. Hace unos días la periodista norteamericana Diane Montagna, católica practicante, lo entrevistó y entre los temas tocados estuvo el de la comunión sacrílega. Sorondo –como astuta serpiente- evitaba hablar del asunto espinoso. Prefería decir que es un asunto discutible y que la periodista es una fanática pro Trump. La defensa de Sorondo fue patética, demostró ser básicamente un hombre de negocios y no un hombre de fe, y eso es lo que personalmente más me aterra. Los pastores de almas a los que Dios encargo su rebaño no son más que empresarios, hacendados a cargo de una estancia y diplomáticos a cargo de relaciones públicas. Bien dijo san Pablo a los primeros obispos: “Mirad, pues, por vosotros mismos y por toda la grey, en la cual el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual Él ha adquirido con su propia sangre. Yo sé que después de mi partida vendrán sobre vosotros lobos voraces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que enseñen cosas perversas para arrastrar en pos de sí a los discípulos. Por tanto velad…” (Hechos de los Apostóles XX, 28-31).

Monseñor Marcelo Sanchez Sorondo: Un hombre de negocios, no un pastor de almas.

Para escaparse de todos los interrogantes con los que era cuestionado por la valiente periodista, no le quedo más remedio que recurrir a descalificativos e insultos ¡Vaya actitud de un hombre con tantas distinciones honorificas!
A Sorondo le importo un comino darle la Comunión a un adúltero, defensor del aborto y de otras aberraciones, porque directamente no cree que en el Sacramento esta Jesucristo (como siempre ha creído la Iglesia de la que él es obispo), o porque le parece menos importante que las buenas relaciones con los poderosos de este mundo. Lamentablemente así parece ser, después de todo, fue el mismo Sorondo quien dijo que el diabólico régimen comunista de China -responsable de millones de muertes de seres humanos, persecución sangrienta contra el cristianismo u otras religiones y posturas desde hace ya ¡71 años!- es el mejor partido que pone en práctica la “doctrina social de la Iglesia”. Estamos ante un hombre que no tiene fe católica, estamos ante un empresario que usa un traje eclesial y no saco y corbata. Sin duda, es más perverso un religioso maquiavélico a un ateo sencillo.

Cosa terrible es la religión.

El otro caso que traigo a colación, aparte de ser el segundo canalla, es actor de una comedia trágica. 

Monseñor Gabriel Mestre, por la desgracia y voluntad de la Sede Apostólica, obispo de la diócesis de Mar de Plata. En una entrevista radial (de la cual tuvimos conocimiento hace poco) nos cuenta muy contento y bonachón como imparte el Sacramento de la Confirmación a dos personas (les dice “chicas” pero yo no sé qué son) que ejercían el travestismo (esa moda de vestirse del sexo opuesto). Pero monseñor, ¿esta consiente que impartir el sacramento que declara al cristiano como fiel testigo y soldado del Señor a personas que no respetan la naturaleza que Dios les dió es sumamente grave? ¿Está consciente que no solo cometió un sacrilegio sino confirmo en su confusión almas que necesitaban luz? Es verdad que Jesucristo recibía a todo tipo de personas con todo tipo de pecados, pero nunca les decía que se queden tranquilos y vivan felices, sino lisa y llanamente “no peques más”. Frase dura pronunciada por sus divinos labios para salvación de nuestras almas. Un padre corrige al hijo que ama, un Dios que ignora el mal que daña a sus hijos solo puede ser el diablo, no el divino Redentor.

Monseñor Gabriel Mestre: Un obispo que se casó con el siglo.

Entre otras joya de su entrevista, que pueden oír aquí y ver acompañadas de imágenes aquí, resalta su total y absoluto desinterés de atraer feligreses a la religión cristiana. Alaba el cambio de gobierno por ser una “renovación” de la democracia - ya sobre este amor episcopal a la democracia tratamos aquí - no importa quien gobierne, si un tigre o un oso, si Churchill o Stalin, lo que importa es que el dios del siglo XXI es adorado por los cristianos: la democracia.

Su entrevista fue escandalosa sin duda, ante todo por su patente vergüenza de “ciertas actitudes vetustas de la Iglesia” que se alegraba por ver que se van. ¿Cuáles actitudes? Invitar a la conversión, recordar que la Misa es sagrada, no arrodillarse ante este mundo que es pasajero. No, para Monseñor Mestre todo eso es de un tiempo llamado “cristiandad” que ya no corresponde y no tiene por qué existir. Triste es ver a qué nivel de bajeza moral e intelectual ha llegado el sacramento, otrora llamado “plenitud del sacerdocio de Cristo”.

Ese gusto de adaptarse al tiempo presente y no de transformarlo mediante el sacrificio por el Señor, no trae nunca esa ansiada renovación. Esos mentados cambios de paradigma solo son fórmulas para el fracaso, ya que siempre quien se casa con una época, terminara muriendo con esta. No enviudando para casarse con otra sino muerto con ella, sin ver a sus hijos y nietos.

Cosa terrible es la religión.

Las dos canalladas recientes sin duda que son espantosas porque son totalmente inesperadas de hombres que se dicen sucesores de los apóstoles. San Pedro se negó dar la confirmación a Simón el Mago por ser un blasfemo (Hechos VIII, 9-24) ¿Pero se negaría Sánchez Sorondo? Como dejo en claro en su entrevista: No es mi problema.

“Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?” (Evangelio de san Lucas XVIII, 8)

Cosa terrible es la religión.
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Estuve repitiendo “cosa terrible es la religión” en alusión a un artículo del excelente blogg Wanderer del mismo nombre, que pueden consultar aquí. Sin duda muy valioso y apropiado a mi pobre post.

martes, 4 de febrero de 2020

Azog el Profanador



"De manera que cualquiera que coma este pan o beba el cáliz del Señor indignamente, reo será del cuerpo y de la sangre del Señor"
I Corintios XI, 27.

Comunión Alberto Fernández en el Vaticano el 31 enero del 2020


Ut inimícus sanctae Ecclésiae humilláre dignéris.
Te rogámos, audi nos.

domingo, 2 de febrero de 2020

Sobrevalorada



En el año 2006 se estrenó en los cines la película The Queen (La Reina) del director Stepehn Frears; Una película que narraba los días grises entre la elección como primer ministro británico del laborista Tony Blair y la trágica muerte y polémico funeral de lady Diana Spencer (mejor conocida como Lady Di).

La película estaba bien desarrollada, con un excelente guion y grabación, más la impecable actuación de Hellen Mirren, quien supo retratar muy bien la augusta figura de la reina Isabel II.
Lady Diana Spencer fue sin duda, una mujer muy buena que tuvo un mediático y triste matrimonio; pero siendo sincero, y a varias décadas de su muerte puedo decir tranquilamente que su figura esta: Sobrevalorada.


La sobrevaloración de ciertas personas no es algo propio de esta época, sino que existió desde siempre. Desde la antigüedad hasta nuestros días ciertas personas consiguen la fama y esta los mitifica; Ya sean legendarios reyes, bandidos justicieros o papas de Roma.
Normalmente es el populacho quien “canoniza” a estos personajes, y otras tantas son las élites quienes quieren imponer su relato para silenciar voces críticas o disidentes.

Tal es el caso de la película Two Popes (Los Dos Papas) del director Fernando Meirelles, con las notables actuaciones de Jonathan Pryce (Francisco) y Anthony Hopkins (Benedicto XVI). Un excelente resumen y crítica (a la que adhiero) pueden leerle aquí, de pluma del doctor Mario Capponneto.

La película fue rodada de manera excelente, sin duda mucho mejor que Francisco, Padre Jorge. Y es de alabar como el británico Pryce supo adaptarse al porteño Bergoglio. Sin embargo, esta estupenda obra del cine moderno no es más que una burda fantasía.



No niego que haya ciertos grados de verdad (la falsedad absoluta no existe). Pero su grandioso guion no era más que un lugar de agujeros comunes del oficialismo eclesial progresista y de la mass media occidental. En este sentido, la película peca de mentir al público. Ya sea en hechos particulares de la vida de los pontífices como en su presentación.

Se exhibe a Benedicto XVI como un amargado erudito que está frustrado con su vida, e incluso olvidado por Dios. El mundo lo odia y el odia al mundo; sus años de ser un conservador malvado lo han aislado de la vida y él sabe que no tiene más fuerzas para sostener lo que considera “la Verdad absoluta”. Bergoglio en cambio es un bonachón, ancianito alegre con el existir, que quiere que la Iglesia a la que ama deje de ser una narcisista para que se preocupe por cosas importantes en el mundo real. Sin embargo, en su conciencia sufre el no haber hecho lo suficiente durante la última dictadura argentina para salvar a sacerdotes que trabajaban entre los pobres.

La realidad, para aquellos que conocemos algo de la doctrina católica, es que para penetrar en la belleza del conocimiento divino hay que ser una persona piadosa y de profunda vida de oración. Ya lo dice los Proverbios: “el principio de la sabiduría es el temor del Señor…” (1,7 Scío). Y aquellos que conocemos el pensamiento reflexivo del cardenal Ratzinger y leímos sus discursos como pontífice, sabemos que es un hombre que aprendió mucho de los libros pero aprendió mucho más de estar arrodillado ante el Crucificado. Me negaría a ver en Ratzinger a un hombre que está perdiendo el amor divino por el mero hecho de que el mundo lo odie (¡Como si nunca hubiera leído el evangelio de Juan XV, 18!). Se insinúa en un momento que fue en colaborador en el encubrimiento del sátiro repugnante de Marcial Maciel Degollado, cuando justamente fue Ratzinger quien, soportando de muchas trabas burocráticas, inicio la investigación contra el perverso Maciel.

En cuanto a la presentación de Bergoglio como un progresista convencido, resentido con su pasado actuar en la dictadura argentina (¿Es progresista porque siente culpa?). La realidad es otra en dos cosas. La primera que la película omite totalmente es que situación pasaba Argentina antes y durante la dictadura: esta es que vivía el terror de las guerrillas y atentados marxistas en grandes partes del país. Tal vez a los directores de cine y actores del Hemisferio Norte les sea difícil comprender, pero en el Hemisferio Sur la Guerra Fría la vivimos con fuego y sangre. En la cual el entonces padre Jorge, como provincial de los jesuitas, tenía la misión de erradicar las infiltraciones progresistas en la Orden. Y esto no por convencimiento, Bergoglio había sido formado intelectualmente (si se puede decir) por personajes amigos de la izquierda. En una de las escenas lo vemos a Bergoglio sacando los libros marxistas de la biblioteca del Colegio Máximo (y me pregunto ¿qué hacían allí?). Y en otra, prohibiendo a los padres Yorio y Jalcis el continuar con una misión en un barrio pobre, omitiendo claramente que dicha misión fue en realidad una fachada para, detrás de ella, preparar la Revolución (o en buen criollo “la guerrilla marxista”). La película omitió evidentemente eso, porque no convenía ciertamente, para pintar el camino del padre Jorge al arrepentimiento por juntarse con los poderosos y no los humildes, y como ese camino lo humaniza al punto de sentir vergüenza de dar un sermón a un grupo de fieles, siendo que el sermoneado debería ser él.
Excelente libro para iniciar en el conocimiento de
las guerrillas marxistas en Argentina durante los setenta y ochenta.
Estamos ante dos tristes personajes: Un Benedicto frustrado por representar una Iglesia camino a la muerte, y un Bergoglio sufriente en su conciencia por su pasado, buscando redimirse al cambiar la Iglesia cerrada a una abierta.

Tristemente a pesar de la excelente grabación, la historia es una burda fantasía y de mal gusto en algunos casos. Fue de mal gusto contratar a Juan Minujín para representar al joven padre Jorge, primeramente porque no se parecen en nada (físicamente) y segundo por ser este un actor con una trayectoria inmoral, ateo y desgraciado defensor del crimen del aborto.


Idénticos
De mal gusto fue también poner a sonar Dancing Queen, de Abba, durante la escena del cónclave. Parece una nimiedad pero siendo realista no es nada agradable escuchar sobre la “reina del baile” durante la elección del vicario de Cristo.

No faltan risas en esta obra, como Bergoglio enseñando a Ratzinger a bailar tango o las imágenes de los muros fronterizos mientras Francisco hablaba de paz e integración (¿Una crítica a Donald Trump?). Una risa me saco el final donde los dos Papas se juntan a ver el partido Argentina-Alemania del Mundial 2014, partido que ambos pontífices no vieron, aunque resalta la visión que tiene el mundo de Argentina: un país de pobres que lo entienden todo en base a partidos de football.

Terminando mi pequeña critica a una película que la mass media quiso presentar como “polémica” y “revolucionaria” solo diré, lo que al principio dije: Es una película sobrevalorada.